Era el año
1958 y en una playa chiclayana, en medio de la bruma y el frio madrugador, dos
personas pescaban apaciblemente. El hombre, entrado en años, de rasgos fuertes
pero con una dulzura cálida en la mirada; enseñaba al niño las artes de la
pesca, aprendidas en su natal Beirut (Líbano) y le contaba historias viejas,
aventuras en el mar.
El niño,
mirándolo con asombro, escuchaba atentísimo los increíbles relatos y en un
arranque de curiosidad promisoria le preguntó: "papá y cuándo tendremos
nuestra propia aventura?". El hombre solo atinó a voltear a ver a aquel
pequeño niño y le dijo con amor, de quien solo ve la felicidad a través de los
ojos de su carne reflejada en esa curiosidad hecha niño: "algún día hijo
mío, con los nuestros o con los tuyos"
Al cabo de
un rato, la cuerda de nailon empezó a templarse y juntos, en un frenético impulso,
lucharon por ganarle la fuerza al mar, el padre empezó a guiar al muchacho;
instrucciones coloquiales, sonrisas y carcajadas a mas no poder, aquel hombre
Libanes, aquel viejo fuerte y experimentado, jamás había sido tan feliz, como
en aquella, la primera aventura junto a su hijo.
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