miércoles, 17 de septiembre de 2014

UN CAFÉ CONTIGO







Estabas nerviosa, lo sé por la foto que me enviaste  haciendo muecas en el taxi y la impaciencia
en cada mensaje de voz, repitiéndome (y repitiéndote) que no sabías como había
hecho yo para que aceptaras salir; lo bueno es que yo estaba más nervioso que
tú, fue extraño y al mismo tiempo tuve esa sensación de familiaridad.
He tenido salidas buenas, malas, pésimas y las peores, estas
últimas son las que empiezan bien, continúan genial, pero, sabes que no hay ese
algo, esa sensación esa cosita llamada compatibilidad por ningún lado; solo
queda entonces  sentir que sigue pasando
el tiempo y no encuentras a la indicada o al menos a la adecuada.
Llegaste casi sin maquillaje, cabello mojado, despeinada y en
zapatillas, más bella creo que imposible, así al natural y no me refiero a tu
belleza física, hablo de tu estilo imperfecto y de tu extrañamente natural
forma de ser.
Recuerdo mi primera salida, fue al cine, nervioso, lleno de
incertidumbre del no saber qué hacer, al final no salió tan mal, fue divertido;
y creo que ahí  empecé a fallar
tempranamente, me esmeraba tanto para que una salida sea perfecta que la
planeaba con cierta anticipación quitándole la naturalidad y el riesgo al error
que hacen del momento único e irrepetible.
Comimos, bueno comiste, mi café casi ni lo saboreé pues más
exquisita me resultaba la conversación, te diste cuenta que estaba nervioso y tenías
que mencionarlo, tenías que decirlo!!!;
aunque sonó gracioso y eso ayudó a relajarme, fui empezando a conocer
tus cantinfladas a flor de piel. Fue en ese instante que entendí que tenerte en
un pedestal era un error que no volvería a repetir, porque ahora me encantas
así imperfecta y llena de defectos que solo se encargan de hacerte única en tu
especie, distinta, tan humana, tan tú misma.
Y así fue pasando el tiempo, gente iba y venía, pero nadie se
quedaba. Un día le comenté a algún amigo que los días más difíciles para una
persona solitaria son los domingos y las reuniones familiares; esos domingos
friolentos que provoca estar apachurrando a esa personita, esas reuniones
familiares donde el que baila con las primas y las amigas de las primas (eso no
está tan mal, pero igual…) es el soltero de la familia, el cada vez menos
codiciado soltero de la familia.
Pagaste la cuenta y eso a mí me sorprendió mucho,
acostumbrado a ser el galán (o “Galón”, insisto debo bajar de peso; sé que en
tu mente me increparás que no estoy gordo, lo sé), pero al mismo tiempo entendí
que delimitabas las intenciones, “solo amistad necesito de ti Emil” y me
pareció perfecto, no quiero apresurarme ni ponerme en un plan que no va con mi
etapa y mi edad; aprendí a disfrutar los instantes cortos y las sensaciones
duraderas.


Recuerdo mi última cita antes de ti (tanta cosa por no decir
“penúltima cita”), a última hora ella me preguntó si podía acompañarla una
amiga, no quise ser poco caballero (no es lo mismo que un gran cojudo), acepté
con cierta displicencia y un casi imperceptible “ de acuerdo”  lleno de hipocresía. Ni que decirlo, la cita
fue fatal; la amiga tomaba como descocida, y manejaba la conversación a su
antojo, lo bueno es que no tenía ánimos de hacer el papel de mediador, es así
que una llamada recibida me dio la excusa perfecta para ponerle fin a ese
desastre de noche.
Caminamos por la ciudad y en medio de la nada sentí ganas de
abrazarte, pero, como se abrazan los patas y se empujan entre broma y broma; adoré
verte como niña mirando ese espectáculo de danzas; luego de presentarte a mis
amigos y pasar una divertida noche te dejé en casa. Entonces empecé a disfrutar
cada conversación, cada risa, cada confesión, cada “hablamos mañana muchacho”.
Es extraño esto de la amistad y el amor, ambos van de la mano
y la mayoría por pura cobardía se pierde del privilegio de disfrutar de la
perfecta unión de ambas. Quisiera que seamos amigos por siempre,  quisiera protegerte aunque sea de ti misma y
de mí mismo, quisiera ser tu primera opción y por qué no la última… pero me
agrada la calidez de tus holas y la ternura que intentas no mostrar, pero que
necesitas expresar.
Es cierto, no eres muy encantadora, pero eso me encanta de
ti; no intentas agradarle a nadie, pero necesitas un “buenos días y un buenas
noches” en tu vida, un “cómo te fue hoy?”, distintos. De acuerdo no tengo
intenciones contigo y eso me gusta sentir; que nadie corre peligro en esta
situación, creo que suficiente con lo que nos tocó vivir como para andar
lanzando piedras al vació. Al final de cuentas lo que importa es la compañía,
el cariño y el inicio de una buena costumbre.
He tenido salidas, buenas, malas, pésimas y las peores, pero
tuve la suerte de salir contigo y que decidieras quedarte...