De la
columna de Carlos Galdós: “San Valentín me cae tan mal como las fotos que
cuelgan en Facebook mostrando su felicidad absoluta, cuando en realidad son
absolutamente infelices”.
Siempre
adoré estas fechas, pero conforme pasaban los años me daba cuenta que los
motivos de celebración, como: la navidad, año nuevo, día de los padres,
cumpleaños, día del trabajador y San Valentín; se habían distorsionado y vuelto
una extraña y facilista forma de pedir perdón, de prometer cambios, de reconciliarse,
de llenar vacíos emocionales de los que éramos incapaces de llenar el resto del
año.
Si me pongo
a pensar en la frase de Galdos (Un loco calato con mucha más cordura que el
común), me llegan a la mente la mayoría de relaciones que he podido conocer,
incluyendo las propias, y la verdad que la razón no le falta a este personaje.
Vivimos en relaciones que no nos llenan como
personas, que solo tapan ciertos huequitos en el alma que somos incapaces de
llenar por cuenta propia, vivimos discutiendo nuestras diferencias de
caracteres que nos hacen inmensamente infelices, antes nuestros tontos pero
reales miedos de atrevernos a decir un sano “Adiós”; o en el mejor de los casos
a dar nuestro brazos a torcer.
Hace un par
de años para ser exacto, frecuentaba a una chica que siempre me resulta
entrañable, sentimientos que
sobrevivieron en el tiempo. Una morena hermosa, de rasgos fuertes y
mirada sensible, la adoraba; es de las personas que se cruzan en tu vida y lo
calman todo en un instante, fue mi mejor medicina, calmó mi ansiedad en un
instante, estar con ella era adictivo, la calma, la risa, las discusiones
fingidas hacían de nuestra relación algo beneficiosamente tierno y apasionado.
Pero como
dije en alguna oportunidad, siempre hay que tomar en cuenta esas advertencias
medio asolapadas que te da la persona con quien empiezas a salir—Soy muy terca
y fastidiosa siempre, atente a las consecuencias.
Lo que para mí en ese momento resultó
gracioso, con los días se volvió una cruda realidad, una insostenible
incomodidad. Ella no media sus impulsos a la hora de reclamar cosas que muchas
veces no tenían sentido, tocar temas del pasado del cual yo no era partícipe,
enojarse porque yo no sintonizaba con sus pensamientos, es decir, porque yo no
lograba interpretar sus indirectas… como si el amor fuese una prueba constante
de ver hasta cuando me soporta esa persona o que tan ligados estamos
mentalmente.
Recuerdo la
última discusión innecesariamente tonta que tuvimos, el día anterior a San
Valentín y fue literalmente así:
Ella: “José, mañana en la noche creo que me reuniré con unas
amigas, aun no sabemos que hacer, pero, algo saldrá. Y tú?”.
Lo que ella quería que yo interprete: “Dime para salir pues, mira que te
estoy diciendo que hare algo con mis amigas y te pienso decir que me acompañes,
pero no te diré nada hasta q tú seas el que me proponga algo”
Yo: “A bueno pues, yo la pasaré trabajado y tal vez un
amigo llegue un rato para saludarnos”
Lo que yo hice por buena intención: Quiero verte, pero entiendo que ya
tienes planes, trabajarás mañana de 7 am a 11 pm, vas a terminar cansadita y
fastidiada y ya tiene planes con tus amigas, no quiero ser el hombre que fui,
que pensaba solo en mí mismo, te daré tu espacio, sin volverme el típico
machista chantajista emocional por excelencia.“
Ella: “Ok, entonces más tarde nos vemos un
ratito; vas a mi casita”
Lo que ella quería que yo interprete: “Te pasaste José, oséa ni se te
ocurrió decirme que mejor la pase contigo, se ve que no me quieres lo
suficiente”.
Al final nos
vimos en la noche, le llevé un presente, conocí a sus padres, pasamos un muy
bonito rato, lleno de simpleza y arboles por doquier; todo para que al final de
la noche me salga diciendo que ella esperaba más de mí, que le incomodaba que
no le haya dicho para vernos el 14 y que pensaba decirme para ir a la reunión
de sus amigas; pero, que ya no pues.
Creo que el
amor es algo más que detalles. Se debe dejar de lado todas nuestras viejas
malas costumbres y dejar de usar la dañina forma de pensar, que versa “yo soy
así, no voy a cambiar, quiéreme como soy”.
Recordando
al genial Jhon Lenon, “…nadie en la vida merece
cargar en las espaldas, la
responsabilidad de completar lo que nos falta.”
Al final de
cuentas lo que importa en el amor es amarse por sobre todas las cosas y eso
implica entender que cuando alguien te entrega su corazón, solo pide a cambio
el tuyo… y que el amor más importante es el propio, ese que nos dirá cuando es correcto
entregarse o cuando es sano decir adiós.