Te
extrañaba, mucho más de lo que creí que se podía volver a extrañar y
simplemente ignoré los consejos del terapeuta, peor aún, ignoré mi propio
instinto… te quería ver aunque sea un instante, una vez, un ratito, aunque eso
me costara postergar un poco más mi recuperación emocional, aunque eso
significara perderme a mí mismo.
Todos
vivimos con ciertos niveles de ansiedad en el día a día, pero, algunas veces
por diversas situaciones estos niveles aumentan y nos fuerzan a ponerle una
pausa a nuestra vida normal; algunas personas pueden creer que es una
maldición, otras que es el karma o como en mi caso que es una bendición que me ayudo a entender en el amplio sentido de la
palabra quien era, quien soy y quien quiero ser el resto de mi vida.
Te vi, linda
como siempre, así linda simplemente no pretensiosa, como diciéndole al mundo
que lo que más deseas es que te amen por lo que eres, por lo que crees, por ti.
Mi corazón no dejaba de latir y hasta cierto punto eso era normal contigo a mi
lado; caminamos, estaba nervioso, pero el cansancio me ayudaba a controlarme; seguía
pensando que era mala idea haber salido a verte, pero que rica sensación, esa
de estar tan cerca de la luna, tan cerca que podía sentir su fría calidez, su
naturalidad.
La ansiedad
no es más que una condición de preocupación constante, como cuando algún
familiar o persona cercana se siente enferma y te preocupas, o cuando tú mismo
tienes dudas sobre tu salud o alguna lesión y temes ir al médico viviendo en constante duda, también mientras
sufres un asalto y sus días posteriores caminas con temor por las calles, cuando hablas frente a tus compañeros de aula
o gente desconocida y tiemblas o en el mejor de los casos cuando tienes al frente a la
mujer de la que te estas enamorando. Todo eso es ansiedad en niveles normales.
Caminamos un
rato y no podía evitar notar tu rostro de preocupación por mi estado, pero me
esforcé, lo merecías, todo bien, hasta la mala idea de sentarnos en un café;
era una cosa sencilla, simple, normal, pero, tienes que sentirlo para saber la
impotencia de no poder controlar tus temores. Un desastre de cita y unos días siguientes
algo tristes; aunque luego conocí a una persona valiente, sin temores que me
enseñó a controlarme de nuevo a ser mejor que nunca en mi vida… aprendí a
conocerme a mí mismo, desde abajo.
En mi caso
todo se desató luego de sufrir un mareo repentino y ante la incertidumbre de no
saber que me pasaba sufrí un natural y brusco ataque de pánico; lo que supe después
es que físicamente estaba descuidado, tenía bronquitis moderada, colesterol
elevado y un sobrepeso que me negaba a aceptar con seriedad, aparte de la media
cajetilla diaria, las dos visitas a la semana al karaoke con sus respectivas
embriagadas y el abandonado deporte casi impracticable en ese momento.
Al
embarcarte tuve la sensación de que no volvería a ser igual, al menos contigo
se había producido una brecha que sería muy difícil de franquear; y claro que
lo acepté con la hidalguía con la que un hombre de verdad acepta que hasta para una
buena mujer como tú es difícil entender situaciones como esas… carajo que pena,
darme un ataque de pánico en ese café frente a ti; carajo que pena, disfruté
tanto la primera cita.
Si hablamos
del plano sentimental, no tomaba en serio a las mujeres y la única que me llegó
a interesar en todo sentido en estos 4 años de no relaciones serias, ya me
había incluido en su “friendzone”; dicho esto en todo sentido estaba
absolutamente descuidado y es por eso que reafirmo que haber sufrido de niveles
altos de ansiedad fue una total y absoluta bendición.
Te fuiste en
el taxi y adoré tus graciosas muecas a través de la ventana, me fui a casa y
aunque parezca extraño, me encantó que te esforzaras por no hacerme sentir
raro. Y es como todo en la vida, uno
para ganar algo bueno tiene que haber perdido las suficientes y necesarias
veces en la vida, odio que contigo solo haya sumado una derrota nueva, espero
la última, la definitiva; que de tanto remar me estoy cansando y solo quiero
encontrar a alguien diferente, alguien que me llene de vida sin esforzarse,
alguien que me descontrole los sentidos, el corazón y sus latidos, que me llene
de emociones con solo recordarla o verla… alguien con tus ojos que no son
azules ni llegan a ser totalmente verdes, con tus manías tan notarias y
escondidas, alguien como tú que innecesariamente se me hace importante, porque
el reloj sigue contando, el viento soplando y a pesar de que contigo eh perdido, quiero creer que le gané al dolor y al vacío…
Ahora que
camino por mis nostalgicas calles, que disfruto la suave brisa nocturna,
recuerdo que hace un mes dar un paso a la calle era un reto casi imposible, la
impotencia me ganaba, la desesperación me ahogaba, pero, en la debilidad me volví
más fuerte, en mi propia frustración saqué a flote lo mejor de mi persona y si
tengo algo de que arrepentirme es de no haberte convencido para salir dos meses
antes o dos semanas después.
Se me acaba
el día y la tibia noche trujillana me recuerda que lo peor ha pasado, que sigo
de pie, que logré vencer esa condición emocional tan desesperante, y no puedo
evitar darme cuenta que viviría con ella toda la vida, con tal que estuvieras
conmigo… Y ahora entiendo que la ansiedad me hizo mejor persona, que la ansiedad me devolvíó al camino, porque la ansiedad... lleva tu nombre y tu nombre le dio un nuevo significado a mi vida.