Dejé de lado el diario, un día más, demasiado parecido a
ayer, tanta tenuidad en mis palabras solo me dejan la sensación de
aburrimiento, de cansancio crónico, de ilusiones perdidas entre recuerdos y
mi extraña manera de querer negar que estoy
solo, si de una relación de pareja hablamos.
Fuiste como una inyección de adrenalina, sentada a unos
metros de mí, con ese cabello alborotado, una sonrisa que me descongelaba los
buenos pensamientos… eras tú y recién te veía de aquella forma, casi en silencio.
Pasaban los minutos y empecé a imaginar cómo eran tus días,
tus manías, tus costumbres, tu forma de pensar, de querer, de amar y a través
de tus gestos quede encantado, con mil cuestionamientos, un millón de
inquietudes y una sola duda; que sería ser parte de tus días?
De cierta forma el destino solo juega un papel secundario si
se trata de ir conociendo a alguien, lo que queda es confiar en que por alguna razón
se conocieron, se hablaron, se pensaron frecuentemente; solo queda confiar en
que nada sucede en vano, que todo llega en el momento indicado, y que muy a
pesar de todo, no siempre llegan para quedarse, aunque dejen huellas
imborrables en el alma.
Te despediste de mí a lo lejos, una sonrisa cómplice de
algún muy tuyo pensamiento, te vi alejarte con tu hermoso cabello y supe que
tenía que saber más de ti, de alguna forma te quedaste grabada, para dentro,
muy dentro de mis días malos, de mis
buenos pensamientos.