Era tarde…
pero tenía la sensación que quizás fuese demasiado temprano; me miraste con
ojos de esperanza, imposible reflejarlos con los míos, no estaba preparado para
ti, no sabía que hacer o dejar de hacer para hacerte necesariamente feliz.
Cogí el
viejo camino de la desesperanza como una oportunidad de hacerme inmune al amor,
lo hice por necesidad de seguridad emocional, amar no es un juego, yo diría, es
una pistola cargada con una sola bala que tiene escrito “directo al corazón”.
No puedo
enamorarme de ti, me repetía mientras la mente castigaba aquella mentira, aquel
desacierto, no quiero enamorarme, también me repetía en vano, pues sabía muy
bien que para eso ya era tarde; y te quedé mirando, sonriendo de tristeza y
llanto.
Acaricié tu
rostro blanco y tibio, una lagrima, la veía venir y no me sentí capaz de impedirlo,
tan solo dejé que fluya, como fluye la vida tras las huellas del tiempo tan
cierto y tan vago; increíble sensación
de ahogamiento, tener tu aire y no poder respirarte.
Desperté y
miré por la ventana la calidez de un hola convertido en sol, y no pude evitar
sonreír al verme expuesto como un tonto sentimental que se dejó llevar por un
sueño loco, tonto, irreal; te veré en algún momento y entre juegos y bromas te
diré cuanto es que aprendí a decir “te quiero”.
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